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La espera. Pedro 3ª parte

Foto del escritor: silviaseysilviasey


Sonó el despertador y el aire de la habitación estaba especialmente cargado. Aquel calor denso le hizo dudar si realmente había abandonado la estación de tren en la que solía perderse muchas veces en sueños. Aquella imagen era increíblemente recurrente. Corría y corría esquivando a un montón de transeúntes. Se aproximaba cada vez más y más a la puerta de aquel vagón, pero siempre tropezaba y el tren partía dejándole aquí clavado. Viendo como a medida que se alejaba convoy, con él lo hacían también todas aquellas promesas y sueños que quedarían por compartir.

Se levantó de la cama y entró en el baño. Se lavó la cara, pero el agua fría no le ayudó a desembotar sus sentidos. Se miró en el espejo y aquella mirada triste que le observaba fijamente solo vino a confirmar lo que él mismo intentaba negarse.

Odiaba soñar con aquella estación. Aquello era algo más que un simple sueño. Recordaba aquella fría mañana de diciembre en la que acompañó a Amanda para poder despedirse. Aún revivía en su mente aquel estúpido titubeo que se convirtió en una absurda danza improvisada en la que no sabía si lo más apropiado era un abrazo, un beso, una palmada en la espalda o un simple "adiós". Pero aquella despedida resulto fría. Tan fría como el aire gélido que se colaba entre las vías. Un abrazo de brazos huecos fue el que puso un punto y aparte a lo ya parecía ser un eterno punto final.

Observó desde el andén como ella se movía dentro del vagón buscando su asiento. Ambos se sonreían desde el otro lado del cristal fingiendo que todo estaba bien.

-Por favor, no te vayas...

-Si solo me pidieses que me quede...

El tren comenzó a moverse y las sonrisas se desvanecieron dando paso a dos miradas llenas de dolor y ansiedad por la inminente separación no deseada.

Amanda hizo un gesto con su mano y forzando una vocalización exagerada dijo : -Llámame.

Y con aquella palabra muda dejó tras de sí todo un silencio ensordecedor.

"Llámame", era un eco que retumbaba en su cabeza cada uno de los segundos de su existencia. Pero no sabía si era comodidad, cobardía o un miedo atroz lo que le impedía coger el teléfono y escuchar su voz una vez más. Se obligaba a creer que una mujer como ella ya tendría a alguien a su lado. Alguien con tanto mundo como ella. Alguien lleno de proyectos y proyecciones. Alguien tan libre y seguro de si mismo como ella. Alguien que no la hiciese renunciar a nada.

Sin embargo, dudaba a cada instante de que alguien puede llegar a sentir algo tan demoledor, tan real, tan auténtico, tan de alma como lo que sentía él por ella. Porque daba igual a donde mirase. Amanda se había apropiado hasta de las gotas de lluvia o del mismo viento del este.

Cogió el teléfono y buscó su nombre en la agenda. No, mejor no. Una llamada después de tanto tiempo quizás no fuese bien recibida. Quizás un mensaje. Sí, un mensaje sería más correcto, menos osado y más seguro. ¿Cómo empezar? Un simple "hola" quizás sería demasiado simple e impersonal. Pero, ¿habría algún otro modo de poder encabezar un mensaje?

Escribió y borró cientos de palabras. Nada cuanto escribía tenía lógica ni sentido después de tanto silencio. ¿Cómo pudo ser tan ridículo e infantil tanto tiempo?

Tomó aire. Tecleo rápido y pulsó la tecla de envío.

-Te echo mucho de menos, rubia.

Se dejó caer en el sofá y se sumió de nuevo en una nueva espera que prometía ser eterna aunque fuese efímera.

 
 
 

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