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La espina

Foto del escritor: silviaseysilviasey

Pedro. Parte 2


Ella se dió la vuelta y tiró del edredón dejándole su torso a la intemperie en una habitación que mostraba una frialdad inusual. Abrió los ojos lentamente queriendo acomodarse a la luz que empezaba a filtrarse por la ventana. Notó el calor de aquel cuerpo a escasos centímetros del suyo y sonrío para sí mismo.

Enfocó la mirada y aquella sonrisa de satisfacción se volvió tan gelida como la temperatura de la habitación. Se incorporo de la cama en un sobresalto más brusco de lo esperado. Volvió a mirar a su lado y se frotó la cara y los ojos.

-Joder, Pedro -se dijo agobiado.

Se levantó queriendo huir de aquella visión y se encerró en el baño. El reflejo de su rostro pálido en el espejo le hizo pensar que quizás todo estuviese siendo un mal sueño. ¿Por qué se sentía así? El estómago le rugió con fuerza y no supo diferenciar si era producto el hambre, del alcohol que bebió la noche anterior o quizas fuesen los remordimientos que no quería valorar.

Se metió en la ducha intentando aclarar una tempestad de ideas que no dejaban de atormentarle.

-Piensa tío, piensa. ¿Acaso no sabías que en algún momento esto terminaría pasando? No tenía que haberlo hecho, joder. Y me temo que ella está pilladísima...Joder, joder, joder. ¿En qué demonios estaba pensando? Menuda cagada. No quería llegar tan lejos.

Miles de veces sus colegas le habían dicho que un clavo saca otro clavo. Y que no podía estar así eternamente.

-Tío, está buena. Yo soy tú y no me lo pensaba

-Buah, si todos los tontos tienen suerte. No sé a que esperas. Y encima tienes a la tía ahí dándote caña. Si no pillas es porque no quieres.

-Tío, queda con ella, mira a ver que tal y lo que te lleves te has llevado.

El agua taponaba sus oídos pero no podía acallar el ruido de todos aquellos comentarios en su cabeza. De la misma forma que por mucho que cerrase los ojos no podía quitarse la imagen de Amanda de sus pensamientos asaltando su mundo como un ladrón sigiloso.

Salió de la ducha con la piel colorada por la alta temperatura del agua. El vapor lo inundaba todo, como un limbo denso y espeso que parecía ser un lugar más seguro que lo que le esperaba al otro lado de la puerta.

De repente escuchó música en el salón. Salió corriendo al reconocer de inmediato la canción.

-¡Buenos días, mi guapo!, -dijo ella mostrando su mejor sonrisa dentro de una de sus camisetas que había cogido sin permiso de su armario. -No sé cómo te puede gustar esta playlist. ¿Por qué no creamos nosotros una?

-Hey, Eva. ¿Cómo has puesto la playlist?

-Desde la tablet. Tenías el Spotify abierto y he pensado que podía poner un poco de música para prepararte el desayuno. -dijo ella acercándose lentamente. -¿No me vas a dar un beso de "buenos días"?

-¿Te importa si la quitamos? -dijo desviándose de su trayectoria en dirección a la tablet esperando que no hubiese leído el nombre de "Amanda's world". Aunque tenía la tranquilidad de que ella nunca supo de la existencia de Amanda. -Oye... que no pasa nada...pero por favor, te agradecería que me preguntes si puedes usar la tablet antes. Soy un poco tiquismiquis para esas cosas... No me lo tengas en cuenta.

-Después de lo de anoche y de los días que estamos pasando juntos, ¿te vas a poner asi de formal? - dijo ella intentando mostrarse seductora.

-Ya preparo yo el desayuno, -dijo él intentando cambiar de tema.

-Vaaaale, gruñón. Si a usted no le importa, ¿puedo usar su baño? - dijo ella con sorna.

Él se limitó a levantar las cejas y sonreír con desgana.

A solas de nuevo en el salón sintió que le faltaba el aire.

-Piensa Pedro, piensa....

Recogío las cosas que había encima de la mesa y las puso en la mesita de café enfrente del sofá. Al hacerlo con tanta fuerza, uno de los libros que tenía allí colocados se cayó al suelo, y entre medias de las hojas del libro asomó una rosa seca.

Angustiado pensando que podría romperse se lanzó corriendo de rodillas hacia el libro. Lo abrió con cuidado repitiéndose mentalmente -No. no. no . no. no, por favor.

La rosa estaba intacta, pero al cogerla se pinchó con una de las pocas espinas secas que aún quedaban en el tallo.

-Mierda- dijo al sentir el fuerte pinchazo en el dedo. Y viendo aquella gota de sangre brotar recordó el intenso color de aquella rosa. Recordó su olor. Recordó las risas que pasaron aquella noche en la que fue ella quién le compró a él aquella rosa a un vendedor ambulante. Recordó su sonrisa, su risa, aquel perfume que nunca supo cuál era pero que era tan suyo, recordó la profundidad de sus conversaciones ,recordo todo... la recordó a ella. Pero ella no estaba allí.

 
 
 

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