A una sonrisa de distancia.
Esa fue la distancia entre los dos. Un simple gesto bastó para unir sus mundos. Una pequeña línea curva fue suficiente para que su existencia se enderezase en la más formidable línea recta.
Sonrió y el petricor inundó cada hectárea de un árido corazón que estaba muerto de sed.
Sonrió y aquel mes de Julio invernal se convirtió en la más cálida de las primaveras tardías.
Sonrío y pudo ver un ángel que escondía sus alas sin saber si había caído del cielo o simplemente deambulaba por un mundo demasiado hostil para la pureza de su alma.
Sonrió y reconoció en esa sonrisa esa infancia olvidada que se abría paso para pedirle que riese con los ojos, con el estómago y el corazón.
Sonrío y le invitó a vivir en un mundo en el que siempre había creído y le habían obligado a olvidar.
Sonrió y dejó de sentirse perdida en mitad de tanta oscuridad.
Sonrió y quiso abrazarlo con tanta fuerza que consiguiese fusionar los pedazos de su corazón roto junto a los suyos.
Sonrió y supo que nunca más querría perder de vista esa sonrisa. Porque en ella había más verdad que las leyes cuánticas del Universo.
Sonrió y quiso quedarse allí para siempre. Porque era el lugar más bello que había visto nunca.
Sonrió... y ella sintió que lo hacía de verdad por primera vez en su vida.
Comments