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Hace un tiempo decidí caminar de puntillas. Hacerlo sin hacer ruido, sin levantar polvareda bajos mis pies. A mi, que me educaron para dejar huella, en estos momentos prefiero la levedad y la fragilidad de los pasos contenidos. Quizás debido a que no quiero fomentar el ensordecedor mirar de algunos, quizás porque no quiero crear más fango del que ya existe. Estoy agotada de vivir en los extremos. En un lado de la cuerda que tensa el otro lado y que tira de la maroma hasta derribar aquello que no quiero que sea dañado. No me gusta el dolor, no me gusta hacer daño. Y todo se ha vuelto blanco o negro. Todo se ha vuelto de un lado o del otro. Todo se ha vuelto izquierda o derecha. Todo o nada. El mundo se mueve y se mide en una balanza despiadada menos en un ámbito: el amor.
En el amor se juega al juego de los mundos sutiles. Esos mundos en los que todo parece algo que puede que realmente no exista. Mientras las filias y las fobias campan a sus anchas y lo invaden todo, en los temas del querer se quiere, pero tiene que parecer que no se quiere en absoluto. Es un quiero y no puedo. O mejor aún, es un puedo, pero no quiero que lo sepas. La visceralidad se vuelve desidia y los gestos de amor instantáneas que parecen sacadas de un anuncio publicitario. Todo es perfecto: la luz, la pose, la sonrisa, el escenario, la vestimenta... La intimidad se vuelve un reclamo de catálogo que parece destinado más a convencer al resto que a nosotros mismos. Y detrás de tanta felicidad, existen los fantasmas del te he visto pero que parezca que no. Te enamoro, pero está todo en tu cabeza. Te quiero pero solo "si me renta".
Los mundos sutiles generan confusión. Porque suelen ser refugio de lo extremo y pero tibios en su fiabilidad. Y el ser humano no encuentra un punto real de anclaje. Y así me siento yo. Prudente en el herir, e intensa en el amar. Con los mundos del revés y sintiéndome apátrida en el sentir y actuar.
Piso, piso suave y piso lento porque no sé en que tierras me encuentro a cada paso. Intento que el peso de mi corazón no me termine ahogando en la levedad y no sea arrastrado a los abismos de los limites. Y es difícil. Muy difícil vivir sin saber si el cristal bajo mis pies se quebrará o la roca tenaz quebrará mis huesos.
Solo sé que deberíamos ser sutiles en lo que nos resta paz y amar de verdad de forma extrema.
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